Un nuevo recuerdo compartido

Al empezar el 2008 mis padres se separaron. Fue un fuerte golpe para mí. En la escuela me distraía mucho sin darme cuenta, sin embargo mi comportamiento con los demás era normal. Mi padre tuvo una nueva pareja, que hoy en día siguen juntos, y mi madre hizo lo mismo. Yo no soportaba la idea de vivir con personas que no eran de la familia, así que al principio me desesperaba mucho durante las noches, llorando y gritando, desahogándome como podía y mi madre me tenía que contar cuentos que se inventaba ella misma para que me pudiera dormir. Ella hizo todo lo posible para que yo no me hundiera y ella intentó también superar el divorcio, cosa que consiguió.
Jaume, la pareja de mi madre, también colaboró sin que yo me diera cuenta. Durante todos estos últimos años, por vacaciones, mi madre y él me reservaban un huequecito en casi todos los viajes: en Roma, en Grecia, en Ibiza…
En esta foto estamos de paseo en unas montañas del Pirineo. Resulta que ahí, el hermano de Jaume tiene una casa (de esas antiguas de montaña) en un pueblecito llamado Vilamós, en la Vall d’Aran. Hace años pensaron que me gustaría ir, y su hermano nos la dejaba, ya que era un hombre soltero y también se enteró de mi situación.
Paseábamos todos los días montañas arriba y abajo, yendo a Vielha a comprar provisiones para los días de estancia en el pueblecito, visitábamos cascadas naturales y lagos llenos de peces muy bonitos, ríos en los que alguna vez metí los pies, caminos y senderos hacia otros pueblos, donde bebíamos de fuentes viejas y luego visitábamos los animales de las granjas, etc.
Por las noches dormía en una habitación en la parte más baja de la casa, alejada de los adultos, fría, pero cómoda. Me ponía mantas y nórdicos, y sobretodo nunca me dejaba mi peluche favorito para ir a dormir, un peluche que duró toda mi infancia, al que le pude decir todo lo que pensaba en los momentos más duros.
Por las mañanas me despertaba la luz que entraba por la ventana de la habitación (ya que ese tipo de casas no tienen persianas), el tambaleo del suelo al ser pisado por los pies y sobretodo el olor del desayuno preparándose.
Fuimos más de una vez allí, en invierno, por la nieve, y en verano. Algunas veces invitamos a otros familiares con los que compartimos muchos ratos día tras día. También, allí fue donde tuve unos de los recuerdos más bonitos de mi infancia, unos recuerdos que no se pueden explicar sencillamente, porque fueron muchos. Allí, en la casa de ese pueblecito parecía una princesita, cuidada y muy bien tratada por la gente que me quería más, viviendo y explorando sitios nuevos. No obstante, es posible que ya no pueda regresar más allí, ya que la casa es de su hermano, que ahora tiene una mujer y una nueva hija y juntos compartirán nuevos momentos.

Creo que les envidiaré de verdad, porque allí está una pequeña parte de mi vida, parte donde pude olvidarme de una realidad que no soportaba en ese tiempo, un sitio donde me alejaba de los problemas.



Laura Ling, 3ESO C,  Institut Manolo Hugué.

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